Lara es una adolescente trans de quince años cuyo sueño es ser bailarina clásica. Si bien goza de apoyo familiar y de una parte de la comunidad, debe enfrentar diversas coyunturas aflictivas que surgen en su camino: limitaciones médicas a la transición hormonal, requisitos estilísticos propios de las coreografías femeninas de ballet, la convivencia con los pares, etc. Todo esto va dejando huellas en una búsqueda identitaria sinuosa y angustiante. Aunque podemos ver que un elemento vincular importante está resuelto en lo que al ámbito familiar se refiere, nos encontramos con una sociedad que, a pesar de las “buenas intenciones” de algunos de sus integrantes, lejos está de ver en Lara una persona que no encarne lo ajeno, lo misterioso, lo atemorizante. Y la protagonista absorbe estos gestos contradictorios intentando descifrarlos, en un silencio por pocos comprendido.
Muchos análisis de este film hacen foco en el personaje principal y sus herramientas para enfrentar las controversias. Pero, ¿Qué podríamos decir de quienes interactúan con Lara?, ¿Qué sensaciones les despierta la presencia de quien trasciende las categorías que les han sido impuestas desde el discurso social?, ¿por qué les provoca tanto temor la “incongruencia” de caracteres corporales respecto a lo esperado en una persona? Estos y otros interrogantes pueden surgir en el análisis de este film, que quizás nos permitan cuestionar algunos de los preceptos sigilosamente asimilados en cada cultura y momento histórico.