Por Mario Rovere. Publicado en Revista Soberanía Sanitaria
“El poder y la fuerza”; “las palabras y las cosas”
Una semana, didáctica como pocas, surge como una auto reflexión de las propias fuerzas en conflicto. Ni Estados Unidos ni Israel quieren que sus guerras concluyan. El poder es por su propia esencia “potencial”, es una memoria que opera en quien le teme como consecuencia de hechos del pasado. Hiroshima o “la Guerra de los Seis Días” son hechos suficientemente didácticos como para extender su influencia hasta nuestros días. La fuerza es otra cosa, está en acto, contiene una métrica, se puede ponderar, “pulsear”, calcular y puede marcar a fuego, puede “instituir” las próximas relaciones de poder. Por eso resultan particularmente llamativas las reflexiones que alcanzamos a recoger en nuestro número anterior; los analistas ucranianos ya saben que Estados Unidos y la OTAN no quieren terminar la Guerra, que la están aprovechando para “medir la fuerza”, “develar las estrategias” militares de Rusia y que algo similar ocurre en Israel; en donde ya se sabe que la vida de los rehenes hace rato que no importa y que sirve de excusa para abrir un nuevo frente de batalla sobre el Líbano midiendo de paso la capacidad de respaldo de Irán, casualmente Rusia e Irán son quienes detentan armas nucleares.
Mientras tanto en las Naciones Unidas se dirime otra batalla, la de las palabras y las cosas. Mientras la autopercepción de la ONU se centra en «rescatar al multilateralismo del abismo» a través de un “pacto del futuro”, el presidente argentino ensayó una pieza discursiva incomprensible hasta para sus allegados, pero estratégicamente dirigido a disputar liderazgos en la arena de la ultraderecha mundial, intentando resucitar el relato de la guerra fría, y el “despertar del Mundo libre”.
Caracterizar a la ONU como un Leviatán, -luego de ensalzar su pasado en la defensa del “mundo libre”-, describirla como un gobierno mundial omnipotente, como “una dictadura de burócratas socialistas”, dirigida a coartar la libertad de los países y de los individuos, es una pobre estratagema discursiva a la que, lamentablemente, los argentinos ya nos estamos acostumbrando, pero dado el carácter de nuestro reporte la frase central a analizar resulta ser:
“Hemos visto cómo una organización que nació para defender los derechos del hombre ha sido una de las principales propulsoras de la violación sistemática de la libertad, como por ejemplo con las cuarentenas a nivel global durante el año 2020, que deberían ser consideradas un delito de lesa humanidad”.
No es de extrañar. Desde mayo del 2020 comenzaba una prédica frontal contra la salud pública parecida a los mercantilistas miasmáticos de fin del siglo XVIII. Para aquella época las epidemias y las cuarentenas eran frecuentes y los comerciantes estaban furiosos, especialmente por la pérdida de las mercancías perecederas. Desde que los descubrimientos de Koch y Pasteur dejaron sin argumentos científicos a los negacionistas, el discurso devino pura defensa corporativista.
“Queremos expresar oficialmente nuestro disenso sobre el Pacto del Futuro, e invitamos a todas las naciones “del mundo libre” a que nos acompañen en el disenso y en la creación de una nueva agenda para esta noble institución: la agenda de la libertad”.
El discurso oculta tras la palabra “disenso” un nuevo papelón del gobierno ya que Argentina es signatario del documento por haber estado presente cuando éste fue aprobado “por unanimidad”. De allí la agresividad con la que la hermana del presidente trató a Ricardo Lagorio, un politólogo macrista designado por el propio Milei como embajador ante la ONU en enero del presente año.
Bill reorienta la filantropía internacional hacia la alimentación de los niños
“Cuando los historiadores escriban sobre el primer cuarto del siglo XXI, podrían resumirlo de esta manera: 20 años de progreso sin precedentes seguidos de cinco años de estancamiento”.
Una curiosa afirmación proviniendo de Bill Gates elogiando un período del “mundo en desarrollo” posterior a la caída de las torres gemelas y que se caracterizó por desalinearse de los dictados del Consenso de Washington.
Entre 2000 y 2020, el mundo fue testigo de un auge mundial de la salud. La mortalidad infantil se redujo en un 50%. En 2000, más de 10 millones de niños morían cada año, y ahora esa cifra es inferior a 5 millones. La prevalencia de las enfermedades infecciosas más letales del mundo también se redujo a la mitad. Lo mejor de todo es que el progreso se estaba produciendo en regiones donde la carga de morbilidad había sido mayor. Aunque aclara para sustentar adecuadamente lo que propone: “Uno de los pocos fracasos del boom mundial de la salud [2001-2020] fue que no comprendimos la importancia de la nutrición”.
Frente a ese diagnóstico caracteriza los cinco últimos años pandémicos y pospandémicos:
Hoy en día, el mundo se enfrenta a más desafíos que en cualquier otro momento de mi vida adulta: inflación, deuda, nuevas guerras. También se enfrenta a la peor crisis de salud infantil: la desnutrición. Lamentablemente, la ayuda no está a la altura de estas necesidades, en particular en los lugares que más la necesitan.
Este es el momento argumental en donde busca impulsar sus nuevos juguetes tecnológicos:
fortificar los cubitos de caldo no sólo evitaría la anemia, sino que también evitaría más de 11.000 muertes por defectos congénitos del sistema nervioso central, conocidos como defectos del tubo neural. Y si los países de ingresos bajos y medios adoptaran la forma más completa de vitaminas prenatales, denominadas Suplementos de Micronutrientes Múltiples, podrían salvarse casi medio millón de vidas para 2040.
“Alimentos enriquecidos”, super sopas, y otras soluciones mágicas ya circularon por nuestras políticas públicas en el 2001 cuando la pobreza y la indigencia mostraban cifras asustadoras, las mismas que precisamente hoy se repiten. No hay respuestas sencillas a problemas complejos, pero si en algo podemos coincidir es que la recuperación de la iniciativa por el derecho a la salud pasa por garantizar el derecho a comer, el derecho a comer sano, el derecho a comer sano y seguro. La crisis alimentaria en nuestro país no es por falta de alimentos, es por falta de acceso y eso no lo resuelve la economía, lo resuelve la política.
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La Cumbre sobre el Pacto por el Futuro aprueba por unanimidad
Un texto de 63 páginas y 59 resoluciones tiene mucho para analizar. Un tanto arbitrariamente resaltamos las siguientes afirmaciones:
Los Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno, en representación de los pueblos del mundo, nos hemos reunido en la Sede de las Naciones Unidas para proteger las necesidades y los intereses de las generaciones presentes y futuras mediante las acciones que figuran en este Pacto para el Futuro.
Asistimos en estos momentos a una profunda transformación mundial. Nos enfrentamos a crecientes riesgos catastróficos y existenciales, muchos de ellos causados por nuestras propias decisiones. Hay seres humanos que padecen terribles sufrimientos. Si no enderezamos el rumbo, corremos el riesgo de estar abocados a un futuro disfuncional en el que las crisis serán constantes.
Así y todo, son momentos que también ofrecen esperanzas y oportunidades. La transformación que experimenta el mundo brinda la ocasión de renovarse y progresar tomando como base la humanidad que compartimos. Los avances del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación podrían dar lugar a logros decisivos que abran la puerta a un futuro mejor y más sostenible para todos. En nuestra mano está decidir.
Reafirmamos también que los tres pilares de las Naciones Unidas —desarrollo, paz y seguridad, y derechos humanos— tienen idéntica importancia, están interrelacionados y se refuerzan mutuamente. Ninguno de ellos puede existir sin los demás.
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Debates, aportes, comentarios y contribuciones
Miradas críticas sobre el Pacto del Futuro también son bienvenidas
Está en la esencia de la Salud Internacional lidiar con la ambivalencia, contraponer con una perspectiva reflexiva, el idealismo propio de la ONU con una suerte de “realismo con ideales” que ayuda a develar el campo de fuerzas que se esconde en toda pieza discursiva.
Dos importantes aportes documentales de Rodolfo Kaufmann contribuyen a ello. “a pesar de los títulos pomposos y los temas actuales y relevantes, las soluciones destacadas por el Pacto no apuntan a un futuro con más justicia social, igualdad, salud, menos hambre y con el planeta preservado.
El documento adoptado allana el camino para que las empresas y los poderosos grupos de interés participen cada vez más profundamente en el funcionamiento de las Naciones Unidas y en la gobernanza global en el papel de “partes interesadas”. Sin embargo, después de décadas que las grandes empresas influyan en las decisiones globales, está claro que este enfoque sólo empeorará la ya crítica situación.
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Con su habitual elegancia diplomática China apoya reflexivamente, es decir crítica, pero propositivamente el Pacto por el futuro. “la aplicación del Pacto para el Futuro requerirá un firme compromiso de buscar un terreno común y reservar las diferencias, así como una estrecha cooperación y coordinación entre los países, y el funcionamiento y el apoyo eficaces de las instituciones multilaterales. Los países desarrollados, que poseen más recursos y ventajas en los aspectos políticos, militares, económicos, tecnológicos y educativos, deben asumir mayores responsabilidades internacionales en el mantenimiento de la paz regional, la promoción del desarrollo sostenible mundial y la lucha contra el cambio climático, al tiempo que crean más oportunidades para que los países en desarrollo participen en la gobernanza mundial.
En el proceso de construcción de un mundo más seguro, sostenible y justo, no se deben pasar por alto las voces de los países del «Sur Global». La participación y contribución conjunta de los países desarrollados y de los países del «Sur Global» es crucial para alcanzar los ambiciosos objetivos del Pacto para el Futuro.
En Global Times Publicado: Sep 24, 2024